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un saludo, Félix Olivera

sábado, 1 de diciembre de 2012

El Testamento del Cuervo (Libro II)

Segundo libro del "Nigromante del Anticosmos"


Ilustración por: "Antonio Guardiola"



Escrito por: Félix Manuel Olivera González, Librilla. Entre 2.012-2.013


<<Dedicado a todos mis grandes amigos de siempre y en especial a mi tío, he aquí el más oscuro y psicodélico de cuantos relatos he escrito, y por eso al mismo tiempo; el más luminoso y el que más me enseñó. 
A los de siempre y que tengo en mente cuando escribo, gracias otra vez. 
El viaje fue duro pero mereció la pena después de todo...>>



"El Testamento del Cuervo"

Por Félix Olivera


Un inmenso marenostrum de espuma y cientos de vivaces peces se transformó en un remolino de miles y miles de kilómetros de extensión, y un hombre de largas barbas y telas hebreas alzaba su callado en lo más alto de la más elevada colina de la tierra hasta entonces conocida. Segundos después, esos mares se abrieron hacia los extremos creando a su alrededor una larga senda de arena y polvo.
El elegido de dios dio la vuelta sobre si mismo para observar la grandiosidad de su pueblo, pero solo vio a un hombre con aspecto de ave agazapado y envuelto en sombras que se movía como un pájaro e iba cubierto por entero de oscurecidas plumas.

-¡Oh, demonio del averno! ¡Llegas tarde para ayudar al dios egipcio del sol!-le gritó el viejo con toda la fuerza de su garganta.

-...-el demonio del averno permaneció silencioso y dubitativo por su exaltado contrincante.

-¡NO VAS A CONTESTARME! ¡ABRE ESE ASQUEROSO PICO Y CANTA LAS CANCIONES DE LAS ASCUAS, QUE TU MALDITO TRINO NO ME DOBLEGARÁ!-le maldijo enfurecido sosteniendo el callado y balanceándolo en el aire.

-Mi verdadero nombre es Matacuervo, y estoy aquí para cambiar la historia del Nigromante del Anticosmos.-
Entonces, la bestia extendió sus alas negras y mostró sus afiladas garras, y con ellas le abrió con rapidez el vientre al viejo del callado que vivió unos segundos para intentar sujetarse las tripas con las manos. Unas manos cubiertas de sangre que soltaron finalmente el bastón de su dios.
El hombre cuervo se lo arrebató con desprecio y lo quebró en dos mitades con el pico. Luego, las aguas bramaron con rotundidad la voz del cambio y se unieron con un atronador rugido antes de lo previsto consumiendo la vida de las gentes que se congregaban rezando, comiendo y cantando más abajo en la senda. Seguidamente, Matacuervo sonrió satisfecho y graznó hacia el cielo, y casi se atragantó de júbilo por esto.

Sin embargo y casi al mismo tiempo, algo se quebró lejos de ese lugar. Hubo una nueva grieta en el orbe-espejo por el que Mike observaba con atención. Un instante más y las grietas se alargaron como ríos hasta que el espejo se hizo añicos. Sanctórum tembló, y las formas anaranjadas que rodeaban al Nigromante del Anticosmos lo abandonaron definitivamente. Sólo habían transcurrido doce minutos desde que hablara con el Australopithecus de la selva africana, miles de años tras la muerte de sus amigos del reflejo, desde que Matacuervo fuese a acabar en una prisión oscura y sin paredes de la que había vuelto transfigurado. Luego pensó que el Anticosmos y todo lo que conocía había sido un engaño, y que apenas sabía nada sobre lo que había ocurrido.
Una verdadera locura se había desatado, Sanctórum volvió a temblar y uno de los pilares maestros de lo poco del templo que se mantenía en pie cayó sobre él.
Mike se apartó a tiempo tratando de no ser aplastado, y en el suelo vio junto a sus ojos uno de los fragmentos del orbe espejo. En el interior del cristal contempló a una especie de hombre cuervo batir sus alas negras soltando muchas plumas en el despegue y tan solo se escuchó el graznido de un hombre solitario y enfermo sediento de venganza, que siguió graznando hasta perderse en mitad de un cúmulo de nubes negras que amenazaban con lejanas y ruidosas tormentas.
Y cuando por fin se aplacaron los mares del marenostrum ya no hubieron más quejas ni lamentos, solo cuerpos humanos sin vida flotando sobre las olas, y los hambrientos peces del mar rojo tuvieron algo que cenar esa noche del infierno.






Matacuervo se convierte en cuervo



La oscuridad se cernía  en el Anticosmos como si un agujero negro hubiese atrapado la luz de todas las galaxias.



A los ojos del cuervo ellas se movían tan veloces como Madonna en Ray of Light huyendo sobre los lomos de los corceles del destino para evitar su cruz.
El caballero de estas princesas nació y creció en un bello castillo rodeado de todas las posibles comodidades que el lujo brinda. Y así pasó la infancia, entre fantasías.
Más tarde alcanzó la adolescencia con el desprecio y el dolor como únicas compañeras. Conoció la soledad y el vacío interior. Contempló todas esas cosas que a un buen hombre harían correr despavorido. Disfrutó de las mieles de muchas mujeres, también del sexo desenfrenado y se perdió solo en alguna que otra noche buscando algo más que compañía. Incluso perdió a su corcel.
Habló algo de filosofía, bebió cientos de jarras de cerveza y descubrió en una extraña alcoba algunas respuestas que luego no importaban.
El caballero se curtió durante años bajo el sol y las sombras del dolor. Libró mil y una batallas y en casi todas perdió todo excepto las ganas de seguir luchando.
Descubrió en la sanación de los otros el arte de darles lo que le despojaron en su niñez sin piedad, cuando apenas hablaba y dejaba que opinasen por él.
Siempre prestó servicio al padre y se tragó todas sus malas energías. Se colmó de odio, de dolor, lloró y lloró sin que nadie lo supiese hasta postrarse de rodillas suplicando piedad. Fue rechazado de nuevo por las mujeres y murieron uno a uno todos los seres que amaba y adoraba.
Todo ello endureció su corazón hasta casi extinguirlo en las sombras del olvido y la duda existencial se apoderó de su alma.
Después, explotó en infinitos pedazos y alcanzó la ansiada espiritualidad que su propio ego rechazó siempre.
El caballero se marchó a la guerra alzando su más afilada espada y les cercenó la cabeza a todos aquellos monstruos que durante tanto tiempo le habían perseguido en sus viajes. A lomos del corcel atravesó como un demente campos, ciudades, valles, bosques, ríos, lagos y se arañó la piel con el polvo y las ramas. Solos corcel y amo.
El corazón del caballero se aceleró inmerso en los caminos. El tiempo desapareció sin dejar rastro y las horas se fundieron con el presente, la paranoia y el miedo a nuevos miedos.
Fue gritando y maldiciendo a todo el mundo, olvidándolo todo y dejándolo sin mirar atrás. Y casi perdido y al borde de la muerte apareció ante sus ojos la más pura y hermosa imagen de su madre que lo estrechó contra su pecho y lo devolvió a la realidad.
Volvió a casa, a su pueblecito entre las montañas donde el sol riega campos y corazones. Olvidó por un tiempo al corcel, a las musas y a la duda. Esquivando de su mente todo aquello por lo que un día había huido. Se afeitó la barba de ermitaño en la palangana, se miró en el espejo los cortes de la cara provocados por la cuchilla de afeitar y vio que la imagen del niño se había transformado, y lloró por dentro al percatarse de que se había vuelto un hombre. Después corrió hacia su amado corcel y lo limpió con agua y jabón, le dio de comer paja y se fue a buscar a los viejos amigos que aún quedaban pero vio que para eso también era demasiado tarde. Todo parecía diferente en la conversación, y ellos se limitaron a contemplar los roces y cicatrices de su cara y su corcel, luego se miraron dubitativos y al final le volvieron a mirar asombrados porque se dieron cuenta de que aquel caballero que un buen día partió ya nunca volvería a ser el mismo. No tras haberlo perdido todo en la batalla más grande a la que un hombre se enfrenta desde que nace, la lucha contra uno mismo.
Les dio algunas explicaciones, unas las entendieron y otras no, hubo abrazos en la noche, cariño y luego frialdad. Como si algo se hubiese perdido para siempre.
El caballero sintió congoja en su corazón, pues no podía volver atrás. Sintió angustia, mareos y ansiedad. Sabía que a partir de ese entonces todo le resultaría más normal, mucho más simple y que aquellos maravillosos sueños a los que a todo aplicaba, eran solo eso, sueños, y que si no lograba adaptarse a la simpleza del nuevo cambio volvería otra vez a los caminos para acabar cometiendo el mismo error.
Muy aturdido por el largo viaje el caballero volvió a la normalidad del tiempo, del orden y la organización. Volvió  a las musas pero ya sin la duda, y las vio meros objetos sexuales muriendo para él todas las princesas de la tierra, incluso murió la luna. Y con esa partida sabía que tarde o temprano llegaría a su vida una reina con la que luego nacería el hijo, para después estar solo nuevamente y que al final él nunca quiso ser un caballero o mucho menos un héroe.
Todo fue por culpa de la muerte y su perseverancia por destruir todos los castillos que se alzan con los sueños de los hombres, que como el caballero un buen día fueron jóvenes e inocentes niños en un mundo dominado por el caos y la devastación.
Al final nota como su cuerpo se transforma en el de un cuervo y que vive en su propia fantasía.
Bate las alas, podéis mirarlo y admirarlo al mismo tiempo. Es negro, feo, tiene el pico áspero y el corazón de un hombre abatido.
Abandona el Anticosmos, recorre los tejados enmohecidos del castillo con los pies descalzos de un niño espetado por los gritos de su abuela.
Finalmente escucha la dulce voz de su madre. La ama. Dice.

-¡Ven aquí, mozalbete!-dijo una mujer de una belleza demoledora, que estaba sentada en una mecedora frente al fuego de una chimenea de piedra.
-No seas tonta, madre.-le contestó un niñito con el ceño fruncido.
-Ya sabes que los dos sois iguales para mí. -le dijo la mujer, al tiempo que lo sentaba sobre sus cálidos muslos.
-Pero Mataciervo es un idiota, nunca quiere estar contigo, y yo, te busco por el castillo, te abrazo y te cubro de besos. Soy un buen hijo, el mejor, madre.-dijo a punto de soltar unas lágrimas y apartando su mirada para que no le viera.
-Matacuervo, no debes odiar a tu hermano, aunque los dioses lo hayan elegido a él como su sucesor, tú siempre serás importante para mí.-le dijo su madre con ternura, a la vez que le acariciaba los largos mechones oscuros.
-¿Por qué los dioses son tan crueles conmigo, madre?-
-Ellos nos rebelaron tu destino, Matacuervo, pero no permitiré que acabes en esa prisión oscura. Sólo si haces lo que digo.-
-Los dioses son despiadados, han maldecido a nuestra familia.-dijo el pequeño, al tiempo que alzaba la vista a través de la ventana del salón en dirección a la lejana cúspide celeste.
-Los dioses no, Matacuervo, yo fui la que elegí a vuestro padre, el Nigromante del Anticosmos.-
-Entonces, cuando yo haya unido los mundos, esa horrible estirpe de nigromantes habrá sucumbido, seré coronado rey, me alzaré con una reina y por nuestro linaje fluirá la sangre de la vida, no la de la muerte. Las gentes de ambos mundos me aclamarán sin siquiera preguntarse el porqué, ¡lo harán, simplemente lo harán!-
-No Matacuervo, sin amor nada fluirá, y tú eso lo sabes. Aléjate de la oscuridad y ven conmigo, que hay que preparar la cena de tu padre.
De pronto, Matacuervo se despertó de la pesadilla con un sudor frío en la frente, recordando en su mente las sabias palabras que pronunció su madre aquella noche bajo las estrellas del destino; “Matacuervo, sin amor nada fluirá”, y entonces miró a Claudia, que dormía a su lado a pierna suelta, y vio con claridad que nada fluía.

Finalmente rechaza la propuesta de su madre y no se aleja de la oscuridad. Después de tantos obstáculos su destino se cumple y Matacuervo se convierte en cuervo.





Una vieja leyenda del mar del Anticosmos


Me hallo flotando a la deriva…
Existe una ciudad entre los mares que parece salida de un sueño. Las olas se mueven embravecidas chocando unas con otras y son de espuma blanca, casi se puede sentir el olor del salitre. Los cielos tienen una apariencia violácea, de tonos rosa, blanco y azul.
Entonces aparece la ciudad flotante atravesando los cielos y resquebrajándolos, mostrando tras de sí el oscuro espacio con sus estrellitas color amarillento apagado.
Los surcos que va dejando la ciudad de los espejos parecen la cola de un cometa. Y la ciudad parece el mar revuelto que sus espejos de plata reflejan. No he contemplado nada más hermoso e irreal en mi vida.
Ahora sé que puedo morir en paz.
Me despido y dejo este mensaje en el interior de esta botella por si alguien lo lee alguna vez pues yo no duraré mucho, mi voz se…

Firmado por pintor Anónimo...




Alma de cuervo y hielo



Cuando Matacuervo despertó agarrado a las ramas de Igdraasil parecía que habían transcurrido miles de años desde que empezara el sueño. Toda la oscuridad anterior comenzó a disiparse y el último árbol que se erigía sobre la tierra con la placa de correspondencia de la reserva Dunfront comenzó a marchitarse como un fósforo.
Su sueño fue como una pesadilla interminable. En ocasiones, frustrante, agotador y desquiciante, aunque como todos los males del mundo terminó como la disolución de una ola al contactar con la arena y las conchas de la playa. Sin dejar ningún rastro y perdiéndose en la enredada y oscura maraña espinosa del destino incierto.
Alrededor del ave carroñera se extiende la imperecedera muerte como una enfermedad, escucha palabras sin significado, ve a incultos que se erigen como reyes, y contempla a héroes de leyenda muertos en esa playa arrastrados por las feroces corrientes del mar del Anticosmos.
Oh, qué infamia, oh qué triste final para un mundo que se desvanece entre sus afiladas garras mientras pronuncia las últimas palabras del discurso por la libertad humana. Todo se ha perdido mientras dormía en la oscuridad.
Matacuervo es ahora un cuervo caníbal que se encamina hacia el castillo de los reyes perdidos que ocupan el trono de hielo con sus deformes traseros en la Ciudad de los Espejos.
Antes de que todo termine, de que todo se acabe, sus ojos y su pico carroñero saborearán el Nigromante del Anticosmos, y renacerá su amada como una diosa de ébano con adornos de marfil. Luego, se casarán a la luz de la luna creciente y serán felices hasta que se agoten los días y el astro rey queme hasta su último átomo de hidrógeno, hasta que la gravedad no sea capaz de retener la materia y este universo escriba su punto y final para crear otro en el que se produzca lo mismo pero a la inversa, y él, Matacuervo, vuelva a gobernar en un círculo eterno como rey inmemorial del tiempo. Pero si Mike sigue vivo, y eso es lo más importante, nada de esto tendrá sentido y con un fin no será suficiente. Todo volverá a repetirse pero con otros personajes y en otra historia.



Los habitantes del reflejo



A Jack Bahuer Curtis le encantaban los libros, se pasaba horas y horas devorando palabras que componían historias sobre reyes caídos, dragones lisiados, doncellas solteras que buscan fortuna en Nueva York, mandatarios del Wall Street convertidos en arrastrados del recodo de la esquina, griales perdidos, guerras santas y no santas e islas paradisíacas y misteriosas ocultas entre las brumas rodeadas por océanos infestados de tiburones.
El mayor problema residía en que JB ya tenía cumplidos los quince años, había comenzado a experimentar ciertos cambios hormonales y precisaba otros intereses en su vida.
En ese momento no debían ser los libros su única meta y pensó muchas veces que tenía que salir por ahí a conocer chicas. A todas luces se percató de que no podía estar toda la vida del instituto a casa y al contrario.
JB tenía varios amigos íntimos y juntos presentaban el taller de lectura del instituto. Un pequeño grupo selecto que se reunía todos los viernes por la tarde en horas extraescolares para hacer comentarios literarios. Ellos eran Pathu Werk, Mike, su hermana Ángela y Emma Falls.
JB tenía los ojos de color marrón oscuro, era el más alto de los cuatro y siempre se agachaba sobre las rodillas cuando tenía que comentar algo importante, porque sentía la necesidad de estar mirándolos fijamente a los ojos para que no le perdiesen detalle.
Jack Bahuer estaba redactando un libro de fantasía en sus ratos libres con su amigo Mike, y ambos querían relatar algo que fuese original y nunca leído hasta ese momento lo que les resultaba complicado.
Ellos tenían que continuar una trama que a veces era difícil de desarrollar, porque se dieron cuenta de que uno de los puntos más importantes de la originalidad es que las historias se vuelven demasiado liosas y complicadas. Sin embargo, Jack Bahuer brillaba en el grupo sobre todo por su tenacidad, y su historia, la que os voy a relatar da comienzo con el Testamento del Cuervo.
Si destacó algo de esos días de verano del año 1.995 fueron los feroces temporales acompañados de intenso aparato eléctrico que se perpetuaron durante semanas. En una situación que ni los expertos en meteorología lograban explicar; y estas fueron yendo en aumento.
JB vivía con su padre, Omega Lee Curtis, en una casa hecha de madera y rodeada por una extraordinaria alameda a las afueras de Lie Town, al norte de Canadá.
A su padre le apasionaban las historias sobre extraterrestres y fantasmas, y ya había publicado tres libros sobre el tema bajo la afilada tijera de la editorial Langsley, de los Langsley, la familia más rica de Lie Town. Pero la fantasía apenas les daba para comer y en la vida real no basta solo con querer parecerse a Tolkien o a George. R.R Martin.
-No eres lo bastante constante JB, si quieres conseguir ser alguien en la vida tienes que dedicarle muchas horas de esfuerzo y lo único a lo que te dedicas últimamente es a salir con el Longboard por ahí. Céntrate en los estudios y llegarás a la Universidad. Ya solo te queda abandonar el taller de lectura.-le dijo su padre con resignación.
-Ya lo he decidido papa, a partir de ahora voy a dedicarle tiempo a hacer otras cosas, dentro de nada cumpliré dieciséis y a mi edad tu ya estabas ayudando al abuelo en el safari de Kenia.-
-Las cosas han cambiado desde entonces JB, ahora no lo ves pero en un futuro muy próximo lo entenderás y te acordarás de todo lo que te he dicho. Venga que se hace tarde y me tengo que marchar. Te he dejado de todo en el frigorífico y dentro de una hora vendrá Marian que va a pasar las noches de mi viaje contigo. Trátala bien JB, te lo exijo, y estudia para el examen de álgebra que lo tienes abandonado.-
-Si papa, claro que lo haré. Ya puedes irte como siempre y sin decirme a dónde te diriges.-
-No pongas esa cara, ya sabes que la vida de un escritor no es fácil y necesitamos de estos extras. Adiós hijo, te llamaré cuando llegue al aeropuerto.-dijo, y en seguida le dio un abrazo intenso.
-¡Espera!-le espetó JB.
-¿Qué sucede ahora? No serán esos sueños otra vez.-expuso Omega Lee Curtis con cara de enfadado.
-Las pesadillas han vuelto para quedarse. He contemplado de nuevo al hombre cuervo volar en círculos sobre mi cabeza y esta vez me miraba fijamente a los ojos. Después, el ave se posaba como siempre sobre las ramas de un árbol inmenso y seco. Solo que esta vez lo escuché hablar y con bastante fuerza le oí decir:
¡Soy un cuervo caníbal, y me encamino hacia el castillo de los reyes perdidos que ocupan el trono de hielo… antes de que todo termine, de que todo acabe sus ojos verán el amargo pico carroñero que poseo y…nos casaremos a la luz de la luna creciente... hasta que se agoten los días y el sol queme su último átomo de hidrógeno …y yo, Matacuervo, vuelva a gobernar en un círculo eterno como rey inmemorial del tiempo, pero si Mike sigue vivo, y eso es lo más importante, nada de esto tendrá sentido y con un fin no será suficiente!

-¿Matacuervo y Mike? ¿Ese último no era tu amigo del taller de lectura? Tienes que dejar de leer esas historias de terror y muertes antes de dormir, eso es todo lo que creo.-
-Es como si fuese otro mundo parecido a este. Y cada vez me siento más cerca de allí papa.-le contó JB con cara de asustado.
-Ya es hora de irme, hijo.-señaló Omega.
-No creo que volvamos a vernos nunca más.-
-¡¿Pero qué dices Jack Bahuer Curtis?!- Omega solo lo llamaba así cuando estaba cabreado de verdad.
-El cuervo me reclama…mira.- JB le mostró el brazo que estaba marcado con tres líneas oscuras con forma de garra.

)))

-Cuando vuelva del viaje hablaremos sobre el tatuaje que te has hecho sin mi permiso, ahora lo único que importa son los negocios, y cuídate.-concluyó Omega.
En aquel momento, Omega Lee Curtis se marchó dando un portazo sin querer e internándose en la oscuridad que inundaba Lie Town en dirección al aeropuerto de la ciudad.
¿Qué había hecho mal con su educación, demasiadas fantasías, demasiadas historias? Si ella estuviese allí, pero ya no estaba, el cáncer se la llevó y los abandonó a los dos. Sus vidas se truncaron.
Ahora, Omega debía viajar mucho, tenía un nuevo trabajo secreto que resolver, porque todo el mundo tiene un jefe al que obedecer cuando comienza un nuevo día. Al fin y al cabo siempre ocurre así.


LA CABAÑA DEL ÁRBOL


No muy lejos de allí acababa de producirse un accidente. Mike y su hermana Ángela discutían en la cabaña del árbol y en medio de la discusión ella tropezó y cayó al suelo desde una gran altura. En ese momento, Ángela abrió los ojos y saboreó la sangre que surcaba sus amoratados labios. Apenas podía moverse.
-Dirá que es un suicidio. Lo sé.-dijo la muchacha, y finalmente murió ante la atónita mirada de su hermano Mike que lo presenció todo desde arriba.
Cuando Ángela despertó en otro mundo diferente al suyo escuchó las palabras de un hombre oscuro y transmutado en cuervo que sonreía con sarcasmo a su lado.
-Sé bienvenida al Anticosmos, querida Ángela. Nos espera la Ciudad de los Espejos.-le dijo Matacuervo.
Luego, batió sus majestuosas alas negras y partió con ella aferrada a su plumaje hacia el Trono de Hielo. Ella se dejo llevar y el viento meció sus cabellos con delicadeza.


DE VUELTA A LIE TOWN


JB subió las escaleras que llevaban a su dormitorio con premura, sujetó unas mudas de invierno con una mano y con la otra las trató de introducir en la mochila, cogió sus gafas de sol, su linterna y miró el reloj de pulsera que ya marcaba las seis. A los pocos minutos, llamaron a la puerta de su casa con leves golpeteos y JB se dirigió hacia el vestíbulo para abrirles a sus compañeros del taller de lectura.
Se trataba de dos de sus mejores amigos Pathu Werk y Emma Falls. Los dos iban bien abrigados y llevaban también sus mochilas con ellos. Muy pronto, se alejarían hacia la casa de Pathu y después al este, al lugar donde esas semanas la concentración de rayos y truenos había sido mayor. Una vez allí, esperarían la llegada de Matacuervo pues los tres llevaban tatuadas sus garras en el antebrazo y soñaban con sus propósitos noche tras noche.



MATACUERVO EN EL DESIERTO


La criatura se desvaneció internándose en el vendaval y luego cayó girando sobre si misma en mitad del desierto tras ser alcanzada por un rayo. Una mar de arena se extendía hasta el infinito y el sol le quemaba los ojos que supuraban legañas viscosas y amarillentas.
Matacuervo estaba a punto de desvanecerse cuando pasó junto a él una caravana de beduinos montados a los lomos de dromedarios. Uno de ellos, que se llamaba Hamifir, se detuvo y se acercó a la bestia con desconfianza, bajó el odre de agua de la montura y le acercó el líquido que devuelve la vida a todo moribundo que se pierde entre las dunas.
El hombre le acercó agua al pico, Matacuervo lo entreabrió y tragó un poco como si aún recordara que antaño fuese humano. Después, bebió un poco más y de forma inesperada graznó tan fuerte que los beduinos se taparon los oídos. Luego, la criatura convulsionó, se alzó y sujetó a Hamifir del cuello con una de sus fornidas patas.
-¿Dónde puedo encontrar al Nigromante del Anticosmos, humano?-dijo con una voz fría y seca como el hielo. Cortante.
 Hubo un silencio. El viajero de las arenas no entendió su idioma porque era árabe y Matacuervo apretó el cuello de Hamifir sin compasión hasta estrangularlo. Los demás beduinos huyeron despavoridos pero el cuervo les dio caza y uno a uno los descuartizó, luego los devoró y al final sus despojos les hicieron compañía a los chacales solitarios. En ese momento, una avioneta pasó por encima de su cabeza emplumada porque mucho más al norte estaba a punto de desatarse una guerra.
Matacuervo cogió carrerilla dando veloces zancadas con las patas en la arena y se lanzó en dirección a la avioneta batiendo sus alas con agilidad.
El joven piloto, que se llamaba Tom Werk, llevaba en una carpeta los planos robados del enemigo. Una mina de diamantes de Sudáfrica estaba siendo la culpable de todas las absurdas guerras de ese momento y esos planos indicaban la procedencia del lugar exacto. Hasta que de pronto, Matacuervo se abrazó a la avioneta con brusquedad, el piloto lanzó un gruñido y esta comenzó a girar y a perder altura de forma descontrolada acercándose de forma peligrosa al Océano.
Así, que Tom Werk pulsó el botón de emergencias del panel de control y saltó en paracaídas al mismo tiempo que el cuervo continuaba agarrado por inercia a la avioneta. Después, Matacuervo trató de liberarse y voló con un ala saliendo despedido por una fuerte corriente de aire que lo lanzó al suelo muy cerca del piloto. Entonces, el cuervo se acercó arrastrándose por la arena hasta Tom esta vez batiendo las alas y dejó que sus patas repletas de escamas cuadrangulares se posaran sobre su espalda. Al final, Tom Werk a punto de desmayarse y sin dar crédito a lo acaecido escuchó las palabras de la bestia endiablada.

-¡Dime tu nombre, esclavo!-le gritó enfurecido Matacuervo. La sangre reseca de los beduinos aún marcaba las comisuras de su pico a ambos lados. Era un ser espantoso en todos los sentidos.
-Tom Werk.-le contestó el joven piloto muy atemorizado tras el soc del accidente.
-Algún día, Tom Werk, tu familia, linaje o descendientes me deberán un favor. Me acompañarán en una odisea para acabar con mi mayor enemigo, y para ello, hoy uniré mi sangre a la tuya.-sentenció.
Matacuervo le desgarró el antebrazo a Tom Werk con el pico que antes había bañado en la sangre procedente del ala rota, y meses después le aparecieron unas marcas oscuras en el brazo que nunca se desvanecerían de su piel. Un triste e inolvidable recuerdo de aquel día viviría para siempre con el piloto. Luego nunca supo nada más del cuervo hasta…

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DE VUELTA A LIE TOWN

En casa de Pathu Werk los relámpagos aún sonaban y marcaban las paredes con sus sombras relucientes. Se acercaba el ansiado momento.
-¿Estás lista Emma? ¿Estás listo Pathu Werk? ¿Lo saben vuestros padres?-dijo Jack Bahuer con semblante serio.
-Mi padre siempre lo supo todo porque el cuervo le contagió con su sangre cuando era un gran piloto de avionetas en África. La bestia lo derribó en el desierto y estuvo a punto de perder la vida. Heredé sus marcas.-narró Pathu Werk.
-¡Un momento!-afirmó Emma interrumpiendo a los chicos. -He oído unos golpes metálicos en la planta de arriba.-
-El ruido tiene que ser del desván.-dijo JB.
Los tres muchachos subieron con cuidado a la buhardilla a través de una vieja trampilla y se detuvieron junto a un enorme espejo ornamentado que se agitaba de lado a lado bajo una vieja sábana deshilachada. JB descorrió la tela con firmeza y vieron debajo a una criatura sobrevolando un cielo oscurecido con los ojos de color amarillento e inyectados en sangre. Observándolos con atención. Su mirada era execrable.
-¡¿De dónde ha salido esto?!-se preguntó JB en voz alta con repulsión.
-Mi padre lo trajo de uno de sus viajes por el mundo, pero lo había recordado a menudo como un espejo corriente. Quizás la tormenta lo haya despertado.-señaló Pathu Werk con sorpresa. –Por fin ha llegado el momento que tanto estábamos esperando.-
-¡TENEIS QUE LIBERARME! ¡SOY MATACUERVO! ¡ALGUIEN ME ENCERRÓ Y OS NECESITO PARA ACABAR CON ÉL!-exclamó con furia una voz de ultratumba procedente del interior del cristal.
-Hola Matacuervo, me llamo Pathu Werk y soy el hijo de Tom Werk, el piloto que asaltaste en el desierto. Nosotros pensábamos encontrarte cerca de la tormenta de rayos porque nuestros tatuajes se vuelven más intensos cuando estamos cerca de ese lugar.-

< < ))) > >

-Allí es adonde iremos después de que me saquéis de aquí, y lo harás Pathu si quieres que tu padre, Tom Werk, recupere sus ojos.
¡Miradlos!-
Entre sus fauces abiertas aparecieron dos orbes blanquecinos y sangrientos colgando del nervio óptico. Pathu no pudo mirar pero Emma se arrepentiría el resto de su vida.
-En un hospital un cirujano se los puede coser a las cuencas.-concluyó el cuervo con el gesto adusto.
-¿Dónde está mi padre ahora?-le preguntó Pathu con preocupación.
-Os lo diré si me liberáis.-sentenció Matacuervo. Y se hizo el silencio.
-¿No creéis que puede tratarse de una trampa?- preguntó JB al resto.
-¿Fue Mike quien te encerró en el espejo?-le preguntó Pathu rompiendo su silencio.
-Sí, ese hijo de puta me encerró en la Ciudad de los Espejos pero el linaje de los Werk me salvará.-
-Pues verás, Matacuervo, Mike no ha podido llegar aún. Ha estado castigado toda la semana en su casa y no hemos podido ir a verle por el asunto de la cabaña del árbol y el repentino fallecimiento de su hermana Ángela. Él decidirá que hacer contigo cuando vuelva.-le dijo JB.
-¡¡NO!!-exclamó el cuervo con los ojos abiertos como platos.
-¿Y qué hay de Teresa o de Woodworld?-se preguntó Emma. -¿También vendrán?-
-Ninguno de ellos vendrá, ni tan siquiera Luco. Ellos ya tuvieron su historia de aventuras la semana pasada.-habló Pathu cortante como el filo de una hoja de papel.
-Tenemos que decidirlo nosotros mismos.-dijo Emma.
-Muy bien.-señaló JB.
-¿Qué ha sido eso?-se preguntó Emma.
Llamaron nuevamente a la puerta de la casa de Pathu. Oyeron tres tocs.
-¿Quién será?-se dijo Jack Bahuer intrigado.
De modo que JB se dirigió hacia el vestíbulo, abrió la puerta con avidez y apareció Mike ante él con un libro sin editar bajo su axila. Bien agarrado.
-Se levantó el castigo, por fin mi madre me dejó salir desde lo de la cabaña.-le comentó Mike con melancolía a JB.
-Arriba te espera alguien que ya conoces.-y JB le lanzó una mirada extraña a Mike que le hizo desconfiar sobre si poner un pie en esa maldita casa. Pero al final entró, hizo un leve gesto con la mano y en ese instante sonó el viejo tocadiscos a ritmo de Matchbox Twenty.
En el prólogo del libro que llevaba Mike, JB había escrito que un hombre mitad cuervo debía ser liberado de su prisión oscura para restaurar el equilibrio del mundo. Mientras, en el interior del espejo Matacuervo sonreía poseído por un antiguo demonio indestructible que deseaba ver a todos y a todo ardiendo bajo las llamas de la eternidad.
Al final, Mike se acercó al espejo, lo tocó y éste se resquebrajó en cientos de diminutos fragmentos con forma de diamante. De su interior, se alzó una garra curva que lo agarró del pecho con fiereza, se movió en forma de z y le expuso al aire las costillas ensangrentadas. De otra veloz sacudida Matacuervo atravesó con sus garras el tórax al niño y le arrancó el corazón todavía palpitante, lo masticó con el pico renegrido y lo engulló mientras que el joven continuaba pálido y perplejo. Entonces, Matacuervo habló con un odio y una rabia dignos del mismísimo Belcebú.
-¡Ha llegado mi momento! ¡Se está escribiendo el Testamento del Cuervo!-vociferó Matacuervo y cubierto por entero de la cálida sangre de Mike.
-Pathu, Emma y yo nos dirigiremos contigo hacia la Ciudad de los Espejos atravesando la tormenta de rayos que lleva sacudiendo Lie Town durante semanas, y la reduciremos a cenizas para vengarnos del que te hizo esto. Si el Mike del mundo real ha caído, el Mike del otro lado también lo hará, y finalmente reinará la paz en los dos mundos.-concluyó Jack Black Bahuer. Lo de Curtis se había terminado para siempre y jamás volvería a ver a su padre. Omega Lee Curtis.
En mitad de la noche los tres amigos abandonaron Lie Town y se adentraron en la tormenta de rayos, el cuervo los seguía sin perderlos de vista. Sonreía. Las piezas se habían movido a su favor. 




<< Si Teresa despertara de los gélidos páramos, sombra que antaño al cielo se alzara, volvería de nuevo ataviada con suaves linos y rubíes de relucientes aristas derritiendo el hielo…>>



Teresa se despertó al escuchar el despertador, abrió los ojos, se incorporó en la cama y dio un largo bostezo. Luego, se dirigió hacia el ropero y se vistió con una camiseta blanca surcada por rallas de colores y vaqueros desgastados muy ceñidos a las piernas. Después, se encaminó hacia la cocina donde la estaba esperando su madre con el desayuno preparado sobre la mesa. Su madre, la señora Hárbury, era profesora de literatura española en la Universidad y además una gran ama de casa.
Teresa se bebió el vaso de leche sin pestañear, cogió su almuerzo, lo introdujo en su mochila y salió por la puerta tras despedirse de su madre. Que seguidamente la agarró del brazo con fuerza para decirle algo, aunque Teresa no escuchó bien las palabras de su madre porque tuvo un deja vu, una especie de recuerdo que como una estrella fugaz surcó su mente inocente. Luego, el recuerdo desapareció y se borró no pudiendo recordar nada en absoluto. Ya de vuelta en sí Teresa sintió la presión de los dedos tan punzantes como la deflagración de un disparo de pistola. Tembló unos instantes y el pánico la invadió. En ese momento, se vio a ella misma a través de un espejo claro como un día sin nubes atravesando un ancho mar de nieve, empapada de sangre congelada y abrazada a un hombre de aspecto oscuro y desaliñado. Sin previo aviso, las palabras de su madre interrumpieron sus devaneos mentales y estos desaparecieron en la nada más neblinosa.

-Teresita, tenemos que acabar con ese cuervo que se posa todas las mañanas en el alféizar de la ventana de la cocina a las doce en punto de la noche. Es un bichejo asqueroso, repelente, especialmente pesado. A ver si es posible que tu padre, Don Monsieur Gorroné, se decide a hacerlo de una vez.-
Teresa comenzaba a no dar crédito a lo que ocurría. La joven creía estar recordando cosas que jamás sucedieron en su vida. Incluso sintió escalofríos al escuchar el nombre de su padre.

-¡TENEMOS QUE MATAR A ESE CUERVO!-se dijo a ella misma. Perpleja. Nunca creyó escuchar a su madre decir nada sobre eso. Tuvo miedo.
Sin embargo, al transcurrir el día las cosas fueron tomando un rumbo peor aún si cabe, porque poco a poco Teresa iba sintiendo que el mundo que habitaba no le resultaba del todo cierto, y que éste cambiaba por momentos.
Cuando llegó la tarde y tras merendar en su casa, Teresa llamó por teléfono a su amiga Ángela para quedar un rato para ir al parque del barrio de Lie Town y charlar sobre sus cosas.
Teresa se subió a un columpio, se meció varias veces con desgana y finalmente se detuvo. Después de meditarlo le dijo a Ángela que su vida se estaba volviendo irreal, y que ya no se sentía la misma que siempre había sido.
Teresa estaba llegando a percibir que en otro lugar muy parecido a su mundo había otra viviendo otras experiencias, pero que en esencia, ambas eran o habían sido siempre la misma. Y que desde que despertó ese día podía ver a la otra a través de brevísimos recuerdos. Tan fugaces como las estrellas del firmamento que desaparecen sin más en mitad de una oscura y callada noche.
Tras escucharla con mucha atención, Ángela trató de tranquilizarla y le explicó que en ocasiones esas cosas extrañas podían ocurrir y que quizás la más simple explicación fuese que solo se tratase de un fallo del cerebro. Algo sin mayor importancia. Le aconsejó que no se preocupara, ya que su hermano Mike, casi de la misma edad que ellas aunque un poco mayor, también había vivido cosas semejantes y no solo en los sueños, donde el mundo onírico y el real se confunden con frecuencia, generando en la psique gravísimas confusiones que pueden acarrear la muerte del que las padece.
Cuando Teresa escuchó el nombre de Mike, sintió un profundo escalofrío que la dejó helada, igual que si la hubiesen matado a sangre fría. Pues no era la primera vez que escuchaba ese nombre en ese mundo. No podía creerlo, esa sensación extraña no se libraba de ella.

-¿Has dicho Mike? ¿De veras?-le preguntó Teresa, aunque en el fondo sabía la respuesta de una estúpida pregunta como esa.

-Sí, Teresa, ese ha sido siempre el nombre de mi hermano desde que nació. Como ya bien sabes.-habló Ángela, esta vez sin disimular su preocupación. Se sintió un poco incómoda también.

-¡Hasta hace poco eso es lo que pensaba!-exclamó mientras los lagrimones surcaban sus mejillas. Sollozaba sin consuelo.

-¡TRANQUILIZATE!-le aseveró Ángela de forma inesperada. No has de tener ningún miedo. Ha sido un día muy raro y agotador para ti. Ya verás como todo se arregla cuando duermas y abras los ojos mañana.
Todo amanecer es siempre una esperanza para el hombre. Ya lo decía Tolkien, no te aflijas por nada Teresita y haz caso de una buena amiga. Además, puede que mañana sea el mejor día de tu vida. ¿Acaso alguien mejor que dios lo sabe?
Ahora debo marcharme, tengo que aclarar unos asuntos con mi hermano Mike. Nada importante. Descansa joven amiga y vete serena a tu casa.-terminó Ángela.

-Así lo haré. Gracias por tus cálidas palabras, Ángela. Sabes reconfortarme como nadie, te lo agradezco de corazón. Tus palabras son un susurro que arrastra el viento por parajes desolados derritiendo el hielo. Gracias. AMIGA.-contestó con cariño sincero y admiración.
A la mañana siguiente, Teresa abrió los ojos con lentitud parpadeando un par de veces. Después, se incorporó en la cama y dio un largo bostezo. Luego, se dirigió hacia el ropero y se vistió con una camiseta blanca y vaqueros ceñidos a las piernas…
No, no ocurrió así, ese solo fue un recuerdo del día anterior. Un instante que se perdió.
Teresa volvió a abrir los ojos y lo hizo en un mundo desvalido y roto. Arrasado por la erosión del pensamiento.
La joven fue la primera del grupo en morir, y a su vez, la primera en regresar de las garras de la muerte como si todo lo sucedido antes de despegar el cohete en Dunfront solo hubiese sido un sueño. Se alzó del suelo como pudo y contempló los cuerpos sin vida de Woodworld y Luco. No vio ni a Mike, ni a Matacuervo. De momento estaba sola, en el interior de las ruinas inmemoriales de una antiquísima catedral frente a un órgano forjado por manos habilidosas que únicamente sonaba en Do. Un Do desgarrador y definitivo sentenciador de mundos.
También vio sobre el suelo de las ruinas cristales que conformaban una especie de orbe espejo que separados aún reflejaban extrañas formaciones tormentosas en otro lugar del tiempo y del espacio.
Ella creía haber muerto en aquel mundo dónde todo comenzó con un arcón mágico, una onda multicolor y su fugaz historia de amor con Matacuervo frente a un lago soñado. Creyó haber muerto desangrada y helada de frío entre los brazos de su amado Matacuervo tras ser alcanzada por el disparo de Mike, su primer novio y el que la ayudó a escapar del hechizo que la tenía presa en su casa por culpa de las artes de Mataciervo, hermano de Matacuervo, que era el anterior Nigromante del Anticosmos antes de morir a manos de Luco, su propio hermano. Cuya historia en el lago de Woodworld era aún más inverosímil.
Sin embargo y pese a todo pronóstico, la historia de Teresa en aquel caótico lugar no había concluido. La pesadilla continuaba.
No muy lejos de donde Teresa se encontraba alcanzó a ver el mar. Un mar rojizo y de oleaje calmado en el que pudo otear en la distancia a una grisácea silueta. Se trataba de un hombre que no creyó reconocer. Enfocó mejor entrecerrando los párpados y vio que se trataba de Mike, convertido ahora en el Nigromante.
Mike permanecía arrodillado dentro del agua restregándose los ojos. Aunque se trataba de un hombre lloraba por todo lo perdido, que no era poco. Estaba muy viejo y tenía una larga barba blanca que se mecía con el vaivén de las olas.
Había hecho un largo viaje en un cohete hasta llegar a la Tierra y la voz omnisciente de su hermana Ángela le había dicho que continuase hasta que logró alcanzar las ruinas de Sanctórum. Luego, pulsó la tecla del órgano de las ruinas y el Anticosmos se convirtió en el primer pensamiento consciente de la humanidad. Se dio cuenta de que era el nuevo Dios, pero que su historia no había terminado ahí. Miró el orbe espejo y contempló a Matacuervo transmutado y sediento de venganza. Lo buscaba para matarlo y ser el Rey que deseaba ser.
Teresa se acercó a Mike y este la miró atónito.

-¿Alguien puede explicarme de verdad de qué va todo esto? Porque no logro entenderlo. ¿Puedes explicarme por qué he vuelto de entre los muertos vestida así? Si tú me mataste.-habló Teresa pensando bien sus palabras.

-Es algo que no tiene explicación. Ha ocurrido así y ya está.-le contestó el Nigromante del Anticosmos con serenidad.

-¡Por qué sigo viva! ¿Dónde estamos?-le dijo desesperada y agarrándolo de su toga deshilachada.

-Lo único que sé con certeza es que él ha vuelto transfigurado en cuervo para acabar conmigo y con la estirpe de los Nigromantes del Anticosmos de una vez por todas. Y si te sirve de consuelo las mismas preguntas que te haces son las que me llevaron hasta aquí. Así que sería mejor que lo dejases.-le aconsejó Mike. -Lo más lógico es pensar que si has vuelto a la vida es porque este mundo no es todo lo real que parece, la reserva Dunfront, las ruinas, el órgano, el orbe espejo y Matacuervo no hacen más que asegurarlo. Lo más sensato es creer que somos producto de los sueños de los seres de otro mundo mucho más estable, lento y con más sentido que el nuestro. Solo que esos seres no lo saben y nos están volviendo totalmente locos.
Somos habitantes de un mundo imaginado en el que los recuerdos de ambos mundos se confunden. Habitantes de un reflejo que vagan sin rumbo guiados por los acontecimientos que le ocurren, o mejor dicho, me ocurren a mí. El Nigromante del Anticosmos.

-Tiene sentido. Pero solo es una suposición.-le dijo Teresa ya más calmada.
Justo al acabar de decir la frase su hermano Luco abrió los ojos, después lo hizo Woodworld y finalmente se abrieron los cielos cuando el viento rugió huracanado entre las ruinas.
Matacuervo apareció convertido en cuervo deslizándose a gran velocidad atravesando rayos, lluvia y nubes de vapor condensado con el único objetivo de asesinar a Mike. Pero el momento se congeló en el tiempo cuando la joven Teresa cesó la lectura. En seguida, guardó su libreta  y su estilográfica con cuidado en un cajón de su mesilla.
Hasta ese momento había escrito la historia más apasionante de toda su vida. Le gustaba como sonaba la palabra Anticosmos porque tenía una sonoridad excelente, y el Mago del Anticosmos le parecía un nombre increíble para titular su historia.
Pensaba que utilizar nigromante hubiese sido un error garrafal por lo mal y lo pretencioso que sonaba, además quería sonar como el Señor de los Anillos. Un horror.
Aun así esto no le importaba mucho porque no creía que nadie fuese a leerla nunca.
De pronto, se abrió la puerta de la habitación de Teresa y apareció su madre con cara de pocos amigos.

-Lo siento hijita, pero ha ocurrido algo terrible esta mañana aquí en Lie Town. No sé como decírtelo pero está bien. Lo diré.
Tu amiga Ángela ha aparecido muerta a los pies de la cabaña del árbol a la que ibais a escuchar música en el tocadiscos, y Mike estaba con ella.-
Tras escuchar a su madre Teresa se quedó petrificada y no pudo articular palabra. Sin contestarle nada se metió entre las sábanas de su cama y comenzó a sollozar. Hárbury trató de consolarla pero no lo consiguió pues Teresa rechazaba sus abrazos.
De modo que Hárbury abandonó la habitación y la dejó en soledad. Le lanzó una mirada de consuelo pero nadie la vio jamás.
Luego, Teresa abrió el cajón de la mesilla donde guardaba su historia, sacó el cuaderno, la estilográfica y escribió las primeras palabras que le llegaron a su mente.
Si Teresa despertara de los gélidos páramos, sombra que antaño al cielo se alzara, volvería de nuevo ataviada con suaves linos y rubíes de relucientes aristas derritiendo el hielo…
Dejó caer la estilográfica sobre el cuaderno cuando creyó escuchar un repiqueteo en el cristal de su ventana.
Aunque afuera hacía un frío intenso Teresa abrió la ventana y vio ante ella a un pajarraco negruzco. Un cuervo enorme que le graznó a pocos centímetros de la cara. El reloj marcaba las doce.
Y Teresa comprendió su idioma.

-¡Ya ha comenzado el Testamento del Cuervo!-le dijo el ave del inframundo.
Volvió a graznar y a Teresa le pareció un graznido de libro de fantasía o de libro de aventuras juvenil. Sabía lo que eso significaba.
La segunda parte de su historia tomaba forma.
¿Qué es la fantasía sino la realidad contada desde otra perspectiva? Escribió, y el cuervo se posó en su hombro y su último graznido fue…

<<¡LOS DOGMAS DE ESTA FANTASÍA SE ORIGINAN EN LA CIUDAD DE LOS ESPEJOS!>>

-En esa ciudad…- pensó Teresa. -Van a ocurrir cosas interesantes.-concluyó.
Esos días fueron agotadores para Teresa por todo lo ocurrido. Programó el despertador, cerró los ojos y se hundió en la cama como si su cuerpo pesara más de mil toneladas de acero puro.
Se durmió.
Soñó…con una chica apoyada en una ventana lanzando rubíes por esta y las piedras preciosas rodando por los cristales de La Ciudad de los Espejos. Era ella la que se sentaba en el Trono de Hielo y a sus pies se extendían infinitos cadáveres y esqueletos humanos.

Allí, Ángela vestía un traje de plumas negras. Allí, Matacuervo vestía un traje de sangre.




La Ciudad de los Espejos




Pathu Werk, Emma Falls y Jack Black Bahuer atravesaron la tormenta de rayos y llegaron a una especie de puerta rectangular que parecía de cristal transparente, y Matacuervo los seguía muy de cerca. Ante ellos se abrió una sala amplia que se extendía hasta el infinito repleta de espejos de toda clase y ventanas abiertas a un azul celeste sacado de un dibujo de acuarela.
Pese a la infinitud de aquella inusual sala había en su epicentro un enorme trono ornamentado con gárgolas y criaturas mitológicas diminutas, y hecho de obsidiana oscura con franjas blancas.
Sentada en el trono había una joven muchacha que vestía un traje confeccionado con plumas de cuervo y portaba en el cabello castaño una diadema de rubíes medio rota, y a su lado había un hombre cuervo empapado de sangre humana.
A los pies de ambos se extendían miles de esqueletos y cadáveres humanos, entre ellos estaban los huesos del famoso guerrero de las leyendas Azrael el sabio. Pero lo que más les sorprendió fue el hecho de que en realidad no eran uno sino dos hombres cuervos, y que la muchacha del trono era su amiga del taller de lectura, la cual, había fallecido el día anterior.
Entonces, Ángela habló:
-¡Sed bienvenidos a la Ciudad de los Espejos! ¡Veo que al fin habéis llegado, y que además traéis con vosotros buena compañía!-se presentó como si de una reina se tratase, y llevaba rubíes en su mano izquierda.
-¿Por qué hay dos Matacuervos?-se preguntó en voz alta Pathu Werk con asombro.
-Esta es la Ciudad de los Espejos joven Pathu. Todo lo que ocurre aquí no es más que el reflejo del reflejo de un reflejo. Mejor pregunta sería aún si hubieses formulado; ¿Quién refleja a quién en realidad?-señaló Ángela.
-¡Esto es una locura!-exclamó Emma Falls. -¿De qué sirvieron los tatuajes y los sueños con Matacuervo? ¡ESTO ES UNA PUTA FARSA!-gimió.
-¿Qué esperabas después de haber llegado tan lejos jovencita?-le interrogó la Dama de Hielo con cierta ironía.
-¡Pero tu moriste en la cabaña!-le gritó Emma.
-¡No lo voy a volver a repetir todo, y mucho menos voy a consentir esa actitud! ¡Matacuervo! ¡Mátala!-exclamó furiosa desparramando los rubíes por el suelo blanco inmaculado.
Y uno de los dos simétricos e idénticos cuervos la mató de un feroz picotazo en el cráneo. La sangre fluyó a borbotones de su cabeza en la sala del Trono de Hielo, y Emma Falls cayó sobre la pila de cuerpos.
Pathu intentó huir pero a otro veloz y certero aviso de Ángela el otro Matacuervo lo degolló con sus afiladas garras. Al final, Pathu Werk se sujetó la garganta con las manos y balbuceó el nombre de su padre el piloto mientras moría ahogándose en su propia sangre.

¡¡¡TOMMMMM!!!

-Muy bien, dos menos.-dijo Ángela con satisfacción.
De modo que Jack Black Bahuer se vio rodeado y sin escapatoria.
-¿Sabes por qué estás aquí, muchacho?-le preguntó Ángela en tono irónico y malévolo.
-Para morir también.-le contestó asustado. -Como ellos y como Mike.-
-Estamos acabando con todos los reflejos de la Ciudad de los Espejos. Y cuando digo todos me refiero a todos los escritores que han ido confeccionando la historia desde el principio de los tiempos. Solo quedan unos pocos, Jack. Otro Matacuervo está a punto de caer sobre ellos frente al mar del Anticosmos. Tengo muchos mensajeros. Todos los que quiera porque éste es el Testamento del cuervo y los dogmas de esta fantasía se originan aquí mismo. Desde este trono yo decido lo que va a ocurrir a continuación y si decido que todos mueran ahora mismo es eso lo que va a suceder, no lo dudes.-narró Ángela con frialdad.
-Y aquí es donde aparezco yo. ¿Me equivoco?-le interrogó Jack.
-Exactamente.-le contestó Ángela.
Cuando Teresa, Luco, Woodworld y Mike hayan muerto tú serás el último Nigromante del Anticosmos, sin embargo, eres inmortal para mí hasta que ellos hayan muerto primero.-concluyó Ángela con una sonrisa desafiante.
-¿Y si te equivocas, Dama de hielo?-dijo Jack. -¿Y si se te escapa algún habitante del reflejo en esta endiablada ciudad?-la amenazó.
-Eso es imposible, yo soy el verdadero origen de esta historia, yo soy el Anticosmos, y sin un nigromante, Matacuervo, sus reflejos y yo reinaremos aquí solos por toda la eternidad.-concluyó, y de pronto alertó a los cuervos y estos lo lanzaron a través de uno de los espejos de la sala y apareció en las ruinas de Sanctórum.
En seguida, se alzó del suelo y contempló como el cuervo caía sobre Teresa, el anciano Mike, Luco y Woodworld, y uno a uno los despedazaba con sus garras hasta callarlos para siempre en ese plano de la existencia. Luego, el cuervo se giró hacia las ruinas y divisó a Jack Black Bahuer indefenso.
Mientras, Ángela sentada en el Trono de Hielo sonreía. Todo estaba a punto de finalizar. Ahora, Jack Black Bahuer era el último Nigromante del Anticosmos.
En ese momento, Teresa dejó caer la estilográfica y un miedo infernal la invadió.
El cuervo repelente volvió a repiquetear en su ventana con tenacidad. Habían transcurrido doce horas desde que empezara a escribir y a ella le había parecido un suspiro. El cuervo clavó sus ojos con malicia en los de ella y voló en dirección a la Ciudad de los Espejos para decirle a su ama, Ángela, que estaba equivocada. Al parecer, Jack Black Bahuer no era el último.                  
Pero había llegado el momento esperado, y Teresa sacó a relucir la espada de Roxwell que había guardado todo este tiempo oculta en su habitación.
Cuando su amigo Roxwell cumplió los doce años, se encontró una espada enterrada en el cementerio de  Lie Town. La llevó a su casa a escondidas, la afilaron y consiguieron descifrar unas letras que narraban en latín; la espada del rey doblegará las mentes débiles. Sin embargo, la historia no termino ahí…
Con la llamada de la espada capaz de doblegar las mentes débiles el cuervo volvió junto a Teresa y esta lo decapitó en su ventana de una estocada. La cabeza rodó en el aire unos metros y aterrizó en el césped.
Luego, Teresa continuó escribiendo y Jack Black Bahuer recibió la Lanza del Destino. El muchacho esperó  la llegada de Matacuervo y cuando estuvo a punto de atraparle mostró la lanza que permanecía oculta tras él y le atravesó el pecho. Finalmente, el cielo se oscureció y se cubrió de relámpagos.
En ese instante, Ángela dejó de sonreír y quebró con su rabia todos los espejos de La Ciudad. La metrópoli entera comenzó a temblar y se sacudieron todos los planos de la existencia conocida.

-¡¡¡HA SIDO GUNGNIR!!!-vociferó La Dama de Hielo.





Azrael el sabio



La Dama de hielo estaba muy enfadada y todo empezaba a desmoronarse a su alrededor. Temblaba de rabia y las plumas negras de su traje oscilaban mecidas por el viento.
Poco a poco la inmensa urbe de espejos resquebrajados se alzaba por un costado y se sumergía por el otro lado en el mar del Anticosmos.
Los dos cuervos permanecían impasibles ante Ángela, como esperando su aprobación para actuar.
Entonces, ella pasó a la acción y los instó a que se marcharan cuanto antes de allí. Ángela se aferró al plumaje de uno de ellos y se marcharon volando por las ventanas al tiempo que la ciudad se sumergía entre las aguas provocando un temblor semejante al de un maremoto. 
La Ciudad de los Espejos acabó sumergida en tan sólo doce minutos. Y el agua tocó los huesos de las miles de víctimas que habían asesinado los cuervos por mandato de La Dama.
Aunque solamente despertó uno de los muertos, y su nombre era Azrael el sabio. Un guerrero de leyenda, el cual fue engañado en vida y juzgado en muerte. Vagó como esqueleto bajo un afluente del río Grande hasta llegar a la empinada montaña de la Sombra donde moran criaturas malparidas y participó en un juicio en el que el juez era otro reflejo de Matacuervo. Sin embargo, algo ocurrió después que cambió su historia y acabó tirado en la Ciudad de los Espejos.
Pero los huesos viejos tienen memoria y el contacto con el agua del mar del Anticosmos lo hizo alzarse de nuevo como esqueleto. Luego, salió como pudo de la ciudad atravesando una ventana y buceó dando brazadas hasta alcanzar la superficie en la que apenas flotaba.
El cielo era oscuro y estrellado. Fuera seguía habiendo un universo entero aunque no se supiese muy bien cual.
Azrael siguió nadando durante semanas sin ver indicios de vida hasta que alcanzó una pequeña isla rocosa con una torre antigua que en algún momento de la historia había sido un faro. Era una especie de metáfora para los acontecimientos que habían ido ocurriendo, la historia iba a la deriva tal y como lo había hecho La Ciudad de los Espejos.
Azrael atravesó la playa, una zona repleta de rocas resbaladizas y extraños seres que cargaban con conchas parecidos a ermitaños. Después, encontró un camino e inició el sendero hasta llegar a la entrada del torreón.
Llamó a la puerta aporreándola con las falanges desnudas pero nadie le abrió y allí esperó durante segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, décadas, siglos, milenios y varias existencias terrenales, vio alejarse los mares y finalmente los vio volver. Y ya cansado de esperar y cuando estaba decidido a marcharse de ese horrible lugar fue cuando la puerta del torreón se abrió chirriando por los goznes. Alguien con una voz que no podía interpretarse en la primera escucha le dijo que pasara.
Azrael obedeció y se adentró en la torre. En su interior vio un salón acogedor con la chimenea encendida y una pila de troncos de madera de olivo a su lado.
La cocina estaba repleta de enseres y los platos se apilaban en montañas de suciedad donde las feroces ratas campaban a sus anchas. Las ratas no tenían rostro.
En el centro de la habitación había un enorme sofá desgastado en el que podía observarse a un hombre sentado que apenas ya comenzó a hablar Azrael iba notando como su cuerpo hecho de esqueleto se volvía corpóreo hasta llegar a estar hecho completamente de carne, y el viejo que tampoco tenía rostro le dijo.
-Yo soy la sabiduría, Azrael. ¿Verdad que no has podido encontrarme fácilmente? Pero has sabido esperar y me has visto como recompensa. Toma esta ropa y vístete que lo manda la situación.
Ahora debes encontrar a Jack Black Bahuer y debes darle lo que hay en el interior de esta caja, tú ya sabes qué no debes hacer con ella antes de entregársela.
Si la leyenda es cierta Azrael, serás el sabio eternamente y serás el que morarás en mi lugar.-
Entonces un ave pequeña llegó volando y se posó con cuidado en el hombro del anciano. No hace falta decir qué clase de pájaro era.
-¿Qué haces aquí anciano?-le preguntó intrigado Azrael.
-Soy lo que buscan los que me buscan, pero esta es la primera vez que yo voy a entregar algo que no me ha sido pedido. Las circunstancias han cambiado y la Ciudad de los Espejos ha desaparecido. Ha ocurrido el fin de toda la existencia anterior. Ni siquiera existimos cuando hablamos y aún quiero que me hagas un último favor.-dijo el sabio sin cara.
-Dime. Haré lo que sea.-le contestó Azrael, mientras se vestía con una armadura tachonada y liviana como el éter.
-Quiero que enciendas el faro y puebles estas tierras baldías de esperanza. Quiero que construyas una barca resistente, marches a Sanctórum y le des esta caja negra a Jack Black Bahuer de mi parte. También quiero que te marches ya, sin demora, pues ella está cerca y cuando llegue no sé lo que ocurrirá.-
-No creo que sea algo bueno.-le contestó Azrael con desánimo.
-Antes de irte te diré una última cosa. Tu misión es la más importante de todas las que ahora mismo ocurren. De la entrega de esa caja dependerá el destino de todos. El Testamento del Cuervo atraviesa el ecuador y a partir de aquí todo se acelerará y entonces sabrás el porqué de muchas cosas que ahora mismo no logras entender. -concluyó el hombre sin rostro.
Azrael se marchó del faro, construyó una balsa con madera de olivo y se fue en busca de Jack Black Bahuer. Azrael nunca abriría la caja por honor. Fue un gran guerrero en su anterior vida. 
En la caja había escrito un mandato en una nota que narraba lo siguiente:
“Cuando Ángela venga a visitarme tras tu partida yo le diré que tú estuviste aquí y todo lo que te dije que hicieras. Le diré adonde has ido para que te siga. Después tú le arrebatarás La Lanza del Destino a Jack y se la entregarás a Ángela para que lo mate. Debe ser en ese orden.
Después, Teresa oirá golpes en la puerta de su dormitorio mientras escribe y verá que por mucho que intente detenernos acabaremos la historia como nosotros queremos.
Luego, entraremos dentro de la habitación y ella morirá.”
Teresa recibió el mensaje pero por mucho que trataba de escribir, Azrael seguía su camino navegando y la caja viajaba hacia su destino. Jack.
El viejo del faro que dijo que era la sabiduría en realidad era un farsante, era cruel y malvado. Lo era todo.
No hay ninguna definición para definir de otra forma el mal que en oposición al bien no tiene nada que ocultar, es sincero y lucha hasta el final.
Las piezas se habían movido pero la partida seguía en tablas.
Teresa siguió escribiendo y tocaron en su puerta aunque más bien la aporrearon.
Ella hizo caso omiso y continuó con su labor. Lucharía hasta el final por acabar su historia, pero sabía que no saldría indemne.
El viejo ladino nada haría, prefiriendo que otros hiciesen el trabajo sucio por él. Como siempre, el que se sienta en el trono de este lado se vuelve confiado.  
Pero todos se olvidaban de que Jack Black Bahuer también era escritor.

Entonces escribió que…y ese fue el final del Testamento del Cuervo.





Jack
Black Bahuer coge el testigo




Ante Jack se extendía un mar rojo e infinito como el universo, un mar de sangre que sabía con certeza que tenía que cruzar para alcanzar su destino.
El mar del Anticosmos parecía salido del sueño que podía haber tenido, si pudiese, una hecatombe nuclear y era de un color rojo explosivo.
Ahí afuera había otras aves voraces y carroñeras mucho más poderosas que él intentando darle caza y se trataba de los tenaces reflejos de Matacuervo.
Ya habían transcurrido unas horas después de que Jack le hubiese atravesado el tórax a aquel Cuervo gigante con la Lanza del Destino, y de haber hecho temblar los cimientos de la Ciudad de los Espejos hasta que esta quedara completamente sumergida.
Luego, Jack Black Bahuer contempló a Ángela con atención a través del fragmentado Orbe Espejo de las ruinas de Sanctórum y comprendió al instante que ella iba en su busca para matarle subida a lomos de otro Cuervo y precedida en el vuelo de otro idéntico.
Sin embargo, la huida que iba a emprender no iba a ser fácil, Jack necesitaba un barco para poder huir de la playa eterna y no había nada que pudiera considerarse flotante a kilómetros de ese triste lugar.
Jack intentó recordar todo lo que había pasado, no obstante no estaba seguro de nada, sólo tenía el presente golpeándole con fuerza en las narices y creyó de forma inocente que siempre había sido así. Pero todo tiene un comienzo, o al menos eso nos hacen creer desde que nacemos los hombres y así Jack lo terminó por creer.
Todo trata de eso al final de todas las cosas, de la fe que se ponga en ellas, y Jack acabó derrotado por el camino de sus pies sedientos de travesía.
El viaje hasta llegar allí había sido una pesadilla. Después de pensar en ello se sentó a la orilla del mar al que nombró “Ancho mar del cosmos” y por primera vez en su vida pensó en terminar con ella.
Quiso dar comienzo al auténtico final de su existencia. Pero la forma de hacerlo le asustaba, sumergirse entero en el agua e intentar dejar de respirar mientras tus músculos desean lo contrario es una tarea colosal, y también pensó otras formas que no contaré ahora porque Jack se encaminó hacia el mar barrido por otro pensamiento.
Luego, se quitó la ropa desgastada del viaje y se bañó en las aguas de color granate que a saber por qué razón habían acabado de esa tonalidad.
Sus pies se hundieron en el fango de la orilla y multitud de pececillos con bigotes ondulantes comenzaron a comerle a bocados las pieles muertas de los pies.
Jack los llamó Lincerillos porque parecían linces con cola de pez, y estos eran tan diminutos como el dedo índice de un hombre adulto.
Sin previo aviso, algo provocó una sacudida en el agua a pocos metros de él que sobresaltó a los Lincerillos, que a su vez huyeron despavoridos hacia las rojas profundidades en las que habían sido creados por algún dios.
Jack vio lo que parecía ser la cola verde y escamosa de una criatura grande ondulando la superficie del mar, y no se movió del sitio esperando a que lo que fuera se alejara.
Sin embargo, ese ser misterioso no lo hizo porque poco después hubo otra sacudida más cerca de él, y a Jack se le ocurrió que la idea del suicidio había sido una estupidez ya que el monstruo que se movía a su alrededor iba a facilitarle el trabajo.
La Lanza del Destino estaba tirada en la arena de la orilla y Jack no tenía forma alguna de acceder a ella para lograr defenderse del monstruo.
Así que Jack comenzó a dar saltos salpicando agua con los brazos y las piernas en todas direcciones para poder alejar a la bestia.
De pronto, Jack escuchó un zumbido en el aire parecido al que hace una abeja al volar y sintió una picadura de insecto en el pescuezo, luego se tocó la hinchazón con la mano y vio con sorpresa un rastro de sangre cubriendo la palma de su mano.
Tras él había un ser semejante a un cocodrilo bípedo de ojos fieros y amarillentos que había fallado en la primera mordedura. Apenas logró rozar a  Jack.
En ese momento, la bestia se preparaba para dar la segunda dentellada cuando Jack cayó en la cuenta de que su destino no era morir todavía, había descubierto que aún quedaba vida en esa tierra y que quizás no fuese el último ser humano de ese mundo peligroso.
De modo que Jack se giró hacia el cocodrilo con aplomo, lo miró fijamente a los ojos y dijo una palabra que ahora más que nunca le devolvió el sentido a la historia del Nigromante.
Jack Black Bahuer dijo:
Anticosmos

Y el pensamiento se dirigió hacia la bestia como una flecha mortífera que le traspasó el cerebro de animal salvaje.
Jack no comprendía lo que había dicho pero quedó conforme con el resultado. Entonces, el cocodrilo se puso a cuatro patas como una alimaña cualquiera.
Sus ojos olvidaron la amenazante mirada que lanzaban segundos atrás y se tornaron húmedos y amigables.
Luego, el cocodrilo giró la enorme mandíbula cubierta de escamas octogonales en un extraño gesto que parecía un saludo y le invitó a subirse sobre él, a lo que Jack accedió sin demora y sonrió feliz. Jack parecía contento a lomos de esa criatura y ya podía cruzar el ancho mar del cosmos.
Poco después, Jack se paró un momento a pensar abstraído por una idea repentina, y le ordenó al cocodrilo que se detuviese.
Por un momento, Jack se había olvidado de la importancia de la Lanza del Destino, así que volvieron a la playa y Jack la recogió del suelo con cuidado.
La criatura reptiliana le esperaba encogida en la orilla y las espumosas olas se mecían entre las escamas desgastadas de sus firmes patas.
A su vez, el viento mecía las olas de un mundo que era reflejo triste y olvidado de días pasados, quizás mejores.
Jack sostuvo la Lanza del Destino entre sus dedos con fuerza y notó que ésta apenas pesaba en ellos. Era tan liviana como una hoja amarillenta que surca el viento otoñal.
Luego, la alzó al cielo con gravedad contrayendo los músculos del brazo y gritó enfurecido cual bestia poseído por el coraje del Rey Arturo y los valientes caballeros quijotescos de toda buena narrativa épica.
Después, su gesto grave se tornó perplejo cuando contempló una luz que iba iluminando la oscuridad de las aguas del mar de la eternidad.
Entonces, Jack la siguió decidido y viajaron toda la noche sin descanso tras su reflejo aunque el joven escritor echó de menos algo que poder llevarse a la boca.
Jack desconocía la cantidad de horas que llevaba sin probar bocado y su tripa gruñía enfadada con insistencia.
Sin embargo, el cocodrilo ya había atrapado varios peces con sus mandíbulas y no le ofreció ninguno a Jack. En el fondo la bestia seguía siendo eso, tan egoísta y vil como cualquier otro ser incivilizado.
Sin esperarlo, llegó el amanecer que hizo desaparecer las sombras y volvió innecesaria la hermosa luz del faro de la eternidad.
El sol volvió a brillar en el cielo con la majestuosidad de un dios inmortal para sustento de los mortales.
A partir de aquí Jack se extravió en su viaje y ya no sabía a dónde dirigirse ni qué hacer. Estaba completamente perdido en la duda y la desesperación.
El sol continuaba brillando en el cielo y unas pocas nubes lo cubrían cada pocos minutos dejando un rastro de sombras intermitentes sobre las aguas y el cuadro lejano de la realidad.
Las nubes siempre cambiantes pacían como ovejas en el éter como símbolo de la eternidad. Toda metáfora válida es una nube del cielo. Las nubes…
Pero el mar eterno del Anticosmos había cambiado su tonalidad rojiza y poco a poco se había tornado de un color azul turquesa y transparente.
Jack meditó en silencio durante varias horas antes de hablar.
-Te voy a llamar Deynonichus, porque cuando era pequeño amaba y conocía a todos los dinosaurios, y en especial a los carnívoros. Esos reptiles terribles que los “Antiguos” llamaban dragones escupe fuegos. Fuente de mis primeras discrepancias creacionistas en oposición a las bíblicas y que después armaría en pensamiento de nihilista metafísico muy poco conformista.
Deynonichus está bien.-concluyó Jack con el acierto de
un iluminado filósofo de la Academia de Grecia.
La bestia asintió feliz aunque ese momento agradable y efímero se interrumpió cuando vieron acercarse una barcaza mal construida en la que viajaba alguien envuelto en las sombras. El pelo greñoso del viajero se movía al ritmo del viento y de las nubes.
Cuando al fin estuvo junto a Jack vio que se trataba de un guerrero curtido y de semblante duro cual roca que afrenta las aguas en el acantilado más escarpado que haya oteado arriesgado viajero.
-Saludos joven, vengo navegando de los mares del interior para hacerte entrega de esta importante caja.
Un anciano farero me la entregó para ti, y perdóname por no haberme presentado antes como es debido. Mi nombre es Azrael y algunos dicen también que soy "El sabio".-explicó.
-¿Y por qué razón iba a aceptarla? Lo único que quiero es volver a mi casa de Lie Twon.
No pretendo nada más. Estoy harto de esta historia y me arrepiento de todo lo que ha sucedido.
Quiero volver a casa por encima de todas las cosas aunque sea por el camino de las baldosas amarillas.-le dijo Jack con desesperación.
-Pues muchacho, puede que la respuesta que necesitas para volver a tu pueblo esté guardada a recaudo en el interior de esta caja de incalculable valor.-le dijo Azrael ofreciéndosela con el gesto reiterativo de su mano callosa y repleta de cicatrices de guerra.
-No lo creo posible, pero dámela.
¡Qué demonios! ¡¿Es que hay algo normal en estas tierras?! ¡Si hasta los mares cambian del rojo al azul turquesa sin motivo alguno!-exclamó Jack, que la observó con detenimiento y la abrió con lentitud al tiempo que miraba a Azrael esperando una inminente detonación que los hiciera saltar en pedazos.
De pronto, Jack empezó a notarse mareado al tiempo que infinidad de palabras le atravesaban el cerebro y sentía que le iba a estallar la cabeza. Finalmente, Jack soltó La Caja que cayó al suelo a favor de la ley gravitatoria y ésta se rompió en infinitos fragmentos. La misma creación de la caja siempre sería un misterio.
La realidad de Jack comenzaba a distorsionarse y el joven se desvaneció de la conciencia despierta para viajar a merced de luces parpadeantes y blanquecinas.
Mientras viajaba en aquella espiral de vueltas y más vueltas Jack vio junto a él a un hombre impío transformase en lechuga, pero en el mundo abstracto lejos del soñado Azrael lo sujetó para que no cayese desmayado al agua cuando ésta misma comenzó a burbujear y las placas tectónicas del mundo profundo temblaron. Los rifts submarinos bailaron al ritmo de "Looking for Freedom".
Algo monstruoso emergió de las aguas sin más. Algo que era digno de infinitos arquitectos de la locura.
Conforme iba saliendo a flote podía intuirse una enorme ciudad construida como un laberinto.
Entonces, Jack sintió que las palabras que había depositado en su mente a lo largo de toda su vida creaban una ciudad repleta de infinitos recovecos, de calles desiertas por las que habitaban dolorosos recuerdos de amigos, mujeres, familiares y muerte, y que La Dama inmortal estaba esperándole sentada en un trono invisible ubicado en el centro del laberinto para sofocar ese dolor y sufrimiento eterno. Percibió a duras penas el retorno a la madre y su eterna leche primogenia resbaló por las comisuras de sus labios.
Entonces, Azrael golpeó a Jack en la cara hasta que recuperó el conocimiento, luego el muchacho se despertó muy aturdido y miró a su alrededor con los ojos blancos y desorbitados.
-¡Mira allá!-le dijo Azrael señalando el horizonte y las lejanas y tímidas nubes del sur.
Dos aves negras y enormes avanzaban hacia allí a toda velocidad batiendo la oscuridad de sus alas y dejando atrás la malicia de un animal odiado por siglos y asociado a la muerte por tantos escritores malditos.

-¡Tenemos que escondernos, presiento que vienen por nosotros!-le gritó Azrael a Jack, que todavía parecía no haber vuelto de un viaje de alucinaciones causado por drogas opiáceas.
Sin más demora, Azrael lo sujetó y lo arrastró hacia su barca pero Deynonichus, el infatigable cocodrilo domado, bramó e intentó derribar a Azrael y éste no tuvo otra opción que coger la Lanza del Destino y amenazar a Deynonichus que se sumergió asustado agitando su cola de saurio.
Entonces, Azrael cargó a Jack en sus hombros, se acercó a la Ciudad Laberinto y arrojó al muchacho al suelo frente a la entrada. Allí, una antigua puerta de madera labrada por un artista y con infinitos símbolos arcanos les cerraba el paso.
-¡Vamos, ábrela!-le instó Azrael a Jack con desesperación. El guerrero estaba muy nervioso por la situación.
-¡¿Qué?!-le contestó un Jack más recuperado de su viaje hipnótico. (En ese lugar, Jack había contemplado al hombre lechuga y su redención con una dama blanca que se transformó en garza y que se marchó dando por finalizado su oscuro corazón.)
-¡Tú sabes cómo abrirla!
¡Yo vi como esa mole orgánica y sin forma salía de tu mente! ¡Joder, yo lo vi! ¡Mierda, ya están aquí! ¡A cubierto Jack!-exclamó Azrael aterrado pero manteniendo el tipo, mientras que se preparaba mentalmente para batallar.
De pronto, uno de los Cuervos se abalanzó con sus garras abiertas contra Jack que cayó al suelo soltando sangre por la boca y el otro Cuervo alcanzó la Lanza del Destino que permanecía oculta en la barca.
Luego, se la pasó con el pico a La Dama y ésta se la lanzó finalmente a Jack para matarlo de una vez por todas.
Mientras que sucedía todo esto Azrael continuaba aporreando con rabia la puerta de la Ciudad Laberinto y la Lanza del Destino surcaba el aire cortándolo a la velocidad del mismísimo rayo del Señor del Olimpo.
Ángela aún tenía el brazo adelantado por el esfuerzo del lanzamiento y el rostro de una loca recién sacada de un hospital mental.
En otro plano Teresa continuaba escribiendo en su libreta pese a los golpes reiterados en la puerta de su dormitorio. No se inmutaba por nada ni nadie y su mente permanecía imperturbable para el mundo exterior.
Como por un extraño e inesperado giro del destino Azrael se giró sobre sí mismo, vio venir la lanza y empujó a Jack a un lado, pero éste resbaló por el estrés de la situación y fue empalado justo por el tórax contra la puerta arcana en lugar de Jack Black Bahuer. Con lo que Azrael volvió a morir.
Cuando Teresa vio como una lanza goteando sangre humeante atravesaba la puerta de su dormitorio decidió soltar la estilográfica y contempló aquello horrorizada.
En ese momento, Jack estaba indefenso ante la ferocidad de los Cuervos, y el odio infinito de Ángela le atravesó el alma como un puñal envenenado.
-Eres escurridizo, maldito Jack.-le sonrió La Dama con ironía.- Pero tu tiempo en estos mares infinitos ha concluido para mi dicha.-
-¿Cómo has dado conmigo? ¿Eres en verdad una clase de clarividente? O simplemente una zorra que no descansará hasta verme muerto.-le preguntó un Jack enfurecido y desafiante.
-No olvides que por ser La Dama tengo ciertos contactos para averiguar cuanto desee, y ahora prepárate para morir. ¡¡¡Nigromante del Anticosmos!!!-

-¡Mi nombre es Jack! ¡¡¡¡ZORRA INFERNAL!!!!-le gritó enfurecido, mientras se incorporaba del suelo con gesto amenazante.
-Muy bien.-sentenció Ángela.
-¡Tú lo has querido Jack Black Bahuer de Lie Twon!-
La Dama sacó con frialdad la Lanza del Destino de las entrañas de Azrael, se la clavó a Jack en la pierna a la altura del muslo y el joven cayó doblegado al suelo, que lanzó un grito de intenso dolor. La sangre brotaba de su carne lacerada como un grifo abierto.
Entonces, los Cuervos lo sujetaron por las extremidades con sus patas y lo inmovilizaron en el aire como a un crucificado.
En esos oscuros momentos, Jack estaba muy malherido y la esperanza se había disipado de su mente por completo. Jack estaba contemplando la muerte.
-¿Unas últimas palabras, Jack?-le preguntó La Dama con una sucia sonrisa en la cara. En seguida, La Dama gimió calladamente a causa de un placer interno que estaba a punto de estallar.
Se sentía más loca que nunca y no le importaba lo más mínimo.
-Por supuesto... ¡¡¡D-E-Y-N-O-N-I-C-H-U-S!!!-exclamó Jack con la voz salida de sus entrañas, y luego cerró los ojos abatido por el sufrimiento.
En ese instante, el cocodrilo marino al que Jack había nombrado Deynonichus se alzó con majestuosidad de las aguas abriendo las fauces y asustando a los Cuervos que huyeron despavoridos a la seguridad de las corrientes de aire.
En seguida, La Dama se giró y contempló su propia muerte, sus ojos inyectados en sangre hablaban de mundos infernales a los que ahora iba a hacer una visita obligada; su placer se tornó tortura y dolor inmediato. Todo fue tan breve como el recuerdo de un gélido día de invierno.
De una feroz dentellada Deynonichus le arrancó la cabeza a La Dama y el cuerpo decapitado de ésta se cayó hacia atrás rodando por el ascenso pedregoso hasta sumergirse en las profundidades marinas donde serviría de alimento a los voraces y hambrientos Lincerillos.
Las plumas negras que se habían desprendido del traje de La Dama aún se mecían en el aire cuando ella ya viajaba al inframundo. La Dama murió de forma definitiva, se terminó para siempre y su final fue deshonroso. Finiquitó su existencia dejando vacío el trono invisible de la Ciudad Laberinto y el dolor eterno salido de la mente de Jack Black Bahuer.
De pronto y casi por arte de prestidigitador se abrió la puerta de la Ciudad Laberinto y el brazo enclenque de una joven agarró a Jack tirando con fuerza y arrastrándolo con ella. Seguidamente, la joven cerró la puerta con un portazo estruendoso que sonaba a madera vieja y carcomida. Después se hizo el silencio sepulcral.
El pobre Deynonichus soltó un alarido envuelto en pena, ahora vagaría solitario y buscaría mejor fortuna en los mares perdidos del eterno Anticosmos, puede incluso que una buena hembra le calmase la pena y la separación de Jack no fuese tan terrible.
Los Cuervos que se habían alejado volando tras la disputa junto a la puerta del laberinto llegaron al faro perdido del viejo solitario que decía ser la sabiduría, y que aparentemente no tenía rostro.
Al final, el anciano del torreón de la eternidad les abrió la puerta y pasaron al confortable interior con él.
Allí, el rostro desdibujado del viejo comenzaba a tomar forma en presencia de los Cuervos y estos se arrodillaron ante él con sumisión. En realidad se trataba del Rey del mal y el verdadero origen de esta historia.
Era Danke; y el tóxico verdor de sus ojos centelleó cuando recordó a Mike hundiéndoselos con los pulgares en otro plano de la pasada existencia. Antes del hundimiento de La Ciudad de los Espejos.
Con la calma que precede a la tempestad Teresa contempló atónita a Jack. Su compañero del taller de lectura en Lie Twon parecía cambiado, estaba malherido en una pierna, ensangrentado y por todo ello le tenía cierto miedo.
Jack tomó aire, cerró los ojos y luego miró fijamente a Teresa. Luego, Jack abrió la boca todavía jadeante y le dijo con enojo estas palabras.
-¡¡¿¿Puede saberse qué cojones has estado escribiendo todo este tiempo??!! ¡¡TERESA!!-
Y Teresa muy indignada le mostró una pequeña libreta naranja, al parecer, bastante común en todas las papelerías de Lie Town.
Sin embargo, ante los ojos perplejos de Jack apareció un ridículo poemario y algunos relatos de quinceañera desbocada y con cierta tendencia a lo barroco. Nada digno de reseña alguna.
El muchacho continuó con los ojos abiertos de par en par al contemplar con ellos que los hechos acaecidos nada tenían que ver con lo que Teresa había venido escribiendo todo el tiempo.
Jack lo comprendió y se quedó callado durante unos minutos. Luego, le arrebató la estilográfica a Teresa y comenzó a escribir en la libreta su propia historia.
Como Mike dijera con anterioridad en aquella conversación con la otra Teresa en la playa del Anticosmos y sin plena certeza.
“Puede que esta historia sólo tenga que ver con lo que ocurre alrededor del Nigromante del Anticosmos.”
De modo que las primeras letras que Jack escribió fueron que Azrael el sabio volviese a la vida para ayudarles a deshacer el entuerto que se había formado.
Y por arte de su estilográfica Azrael volvió a resucitar para la historia.
De modo que el guerrero de las leyendas abrió los ojos de par en par, después la puerta de la Ciudad Laberinto que llevaba al dormitorio de Teresa, tras esto introdujo la Lanza del Destino en la habitación y finalmente atravesó con fuerza el pecho de Jack Black Bahuer ante la cara desencajada de Teresa que lanzó al aire un alarido de terror intenso y que en pocos segundos fue ahogado por la mirada demente que ahora se dirigía hacia ella. El tiempo se congeló por el clima aterido del momento y el destino de la caja se estaba cumpliendo paso a paso.

Aclaración del autor

Estimado lector:

Ese que acabáis de leer fue el final del Testamento del Cuervo que escribió Jack Black Bahuer. El final en esta historia para Jack y escrito por Jack.
En ese instante, sólo quedaba viva Teresa, la última escritora de esta historia y la joven nunca olvidaría ese horrible momento de indefensión en su habitación.
El lejano Anticosmos ya estaba más cerca que nunca para ella y sus ojos se giraron nerviosos hacia la espada resplandeciente y mágica de Roxwell, un arma que era capaz de doblegar las mentes débiles.
Le tocaba a ella escribir el último capítulo del Testamento del Cuervo. Al que en su mente ya había titulado sin saberlo...



...VOLVERÁS AL LIBRO



El soldado y el libro


-¡Vamos chaval! ¡Dispara!-exclamó un soldado, que apuntaba con un rifle a un joven de aspecto ario, aunque también judío, de no más de doce años. -¡No vaciles!-
La pistola del muchacho oscilaba con los temblores de su mano, y las gotas de sudor descendían por su frente sin cesar. Después de todo, el niño se veía incapaz de acabar con la vida de su madre.
-¿Has leído la Biblia alguna vez?-le consultó el soldado con el semblante solemne.
-Lo que dios consideraba un verdadero acto de fe, era cuando forzaba a sus seguidores a traicionarse a sí mismos, y en tu situación, lo sería sacrificar a tu madre. Te lo pondré claro con un ejemplo; digamos que tú eres Abraham, el predecesor del rey de los judíos, y tu madre, su único hijo, engendrado por la gracia de dios, que soy yo, porque tengo el rifle apuntando a tu cabeza.-
Mientras tanto, el muchacho no paraba de temblar y había cerrado los ojos tratando de evadirse. Su madre estaba  amordazada e inmóvil. Se la oía sollozar con desesperación.
-Imagina que dios te pide que la mates como un acto de fe; ¿la matarías?
No hace falta contestar a eso, ¿verdad?  Está claro. Pero, y si te dijera que dentro de muy poco tú serás un verdugo al no matar a tu madre, entonces; ¿dispararías?-
-Soldado, ¿y no has pensado que antes que matar a mi madre escogería morir yo?-formuló el joven, que había comenzado a alcanzar un poco de serenidad en su mente.
-No, no era eso lo que te estaba preguntando, de cualquier modo, ya se acercan las doce y el momento de tu ejecución. Tienes quince segundos para contestar, y de lo que digas dependerá tu futuro.-
-Anoche, mientras transcurría la invasión en el gueto tuve un sueño, soñé con un mundo en el que los humanos se respetaban  sin ninguna concesión, soñé que la guerra había sido una mala pesadilla y justo al final deseé que no fueran los inocentes los que más sufrieran. Pero estaba equivocado, soldado, y ahora viene lo más interesante y lo que responderá a tu pregunta. La única forma de vencer en esta vida es haciendo el mal a los demás, y mi respuesta es sí. Dispararé.-declaró el muchacho, cuando alzó la mano en la dirección del rostro de su madre y le metió una bala entre ceja y ceja. El sonido de la deflagración fue ensordecedor, y finalmente la sangre fluyó.
-Bien hecho.-aseguró el soldado. -No te mataré y como recompensa te revelaré un secreto.-le anunció el soldado. -Se trata del libro que ves entre mis manos, sólo que está en blanco. Vamos, escribe algo, lo que sea, aquí tienes una hermosa pluma de faisán.-
-Cómo empezar…-dijo el niño, aún temblaba por la excitación del momento. -Bien, al otro lado de este mundo existe un lugar de ensueño, se vislumbran maravillosas tierras rebosantes de maná y magos poderosos bendecidos por Kiel Aklator.-escribió Danke, y luego narró en voz alta.
-Continúa con el relato, no te detengas.-le dijo el soldado al narrador.
-Pero, ¿qué son los magos malignos sino nigromantes?-
-Por supuesto.- contestó el soldado afirmando con la cabeza, al tiempo que contemplaba el rostro desangrado de la madre con una amplia sonrisa.
-…y allí, todos buscarán con ansia un lugar del cosmos, el que contenga todas las respuestas a los enigmas de sus vidas y del Universo.-
-Continúa…-dijo el soldado.
-Pero, ¿qué es el lado opuesto del cosmos sino el…?-
-Anticosmos.-le respondió el soldado satisfecho.
-Sí, es lo que yo había pensado.-dijo el muchacho, y luego sonrió brevemente.
-Ya puedes soltar la pluma.-
-¿Por qué he de hacerlo? Me gusta la sensación de ser el creador de esta historia.-
-Porque ahora ese lugar ya existe fuera del papel.-anunció el soldado. -Y con respecto al libro y la pluma de faisán puedes quedártelos y continuar escribiendo.-
-No puedo darte las gracias por lo que me has obligado hacer, pero sé que mi vida acaba de cambiar y cobrar sentido. Hoy me marcharé de aquí y algún día llegaré a ese lugar.-
-Yo también dije lo mismo que tú hace mucho tiempo. Te deseo suerte con la búsqueda; pero al final tendrás que volver de allí...-murmuró esto último para sí mismo.
-Una última cosa, soldado sin escrúpulos. ¿Quién eres en realidad?-
-Si te lo dijera, no me creerías. Los otros tampoco lo hicieron.-contó el soldado con cierta amargura.
-Te creeré, vamos dímelo. ¡Lo juro!-le insistió el niño.
-Yo, no soy el sargento Hartman, sólo un soldado más, un verdugo, qué más da, tu madre ya está muerta y la guerra acaba de comenzar.-
De pronto, una oscuridad lo envolvió en las sombras de una calle interminable, despareció y abandonó al joven Danke a su suerte hasta que llegara el momento en que el círculo se completase para cumplir el destino de una historia inmortal.

La habitación de Teresa

Teresa saltó hacia delante y agarró con fuerza la espada de Roxwell. De repente, sus ojos se tornaron furia y refulgieron en el argénteo metal cual volcanes desencadenados.
El tiempo se había detenido en su habitación y el cadáver ensangrentado de Jack Black Bahuer yacía inerte sobre el suelo sosteniendo aún la malograda estilográfica.
Azrael no se inmutó por la presencia altiva de Teresa, apretó con fuerza la Lanza del Destino e intentó darle una estocada en el corazón.
Pero Teresa le respondió con el revés de su espada y los metales chirriaron sonando de forma desagradable, y soltando chispas incandescentes. Luego, Teresa formuló con solemnidad estas palabras:
¡La espada del Rey Matacuervo doblegará las mentes débiles!
¡Mentes como la tuya!
Y Azrael el sabio se llevó las manos a la cabeza con urgencia.
En ese instante, su mente se estaba resquebrajando como un palacio de cristal ocupado por miles de tenores de ópera y la Lanza del Destino le ardía en la palma de la mano. Finalmente, Azrael tuvo que soltarla porque ésta comenzó a derretirse abrasando su piel y cociéndole las falanges que asomaban desnudas al aire.
Después, Azrael dio dos pasos hacia atrás mareado por el dolor de la mano, atravesó la puerta de la habitación de Teresa, tropezó y finalmente cayó rodando por el acantilado del Faro a las profundidades de los Mares de la Eternidad, donde le estaba esperando Deynonichus con las fauces abiertas. El reptil demostró ser con él vengativo hasta el final.
Una mancha de sangre circular ondeando sobre el ancho mar fue lo último que se contaría de este singular personaje.
Poco después, Teresa abandonó la habitación y atravesó la puerta que llevaba a aquel extraño e imperecedero mundo marino.
La barca que había construido Azrael aún permanecía a los pies de la Ciudad Laberinto, y no se había movido del sitio ni un ápice.
Teresa se subió en ella con la única compañía de la espada y se dejó arrastrar por las corrientes del mar del Anticosmos.
Posteriormente, Teresa navegó en soledad por espacios de tiempo inmemoriales en una noche eterna que parecía advertir un final que se aproximaba. Cercano.
Hasta que de pronto, apareció ante ella la luz del Faro de la Eternidad que la guió hasta aquel místico y apartado lugar.
Luego, Teresa bajó de la barca, cogió la espada, cruzó la playa perseguida por los Lincerillos hasta la orilla y avanzó por un sendero pedregoso hasta alcanzar la entrada del Faro de la Eternidad.
Cuando de pronto, la puerta se abrió ante ella y los Cuervos la invitaron a que pasara al interior con aire de reverencia, y allí la esperaba Danke ansioso.
El verdadero origen de esta historia; también conocido como el Guardián de la Eternidad y un famoso “Carpintero”, o como lo preferiría llamar yo; “Un Artista”.
-Te estaba esperando, Teresa, durante mucho tiempo he esperado este momento. Acércate muchacha.-le dijo Danke entusiasmado.
El hombre inmortal seguía sentado en el mismo sofá desgastado por el paso del tiempo y la casa estaba en las mismas condiciones en las que se la encontró Azrael, sólo que ahora todos sus habitantes detentaban un rostro. Recordemos las ratas que también pululaban por allí.
Y entonces Danke volvió a hablar...
-Este es el final del Testamento del Cuervo. Aquí termina el viaje que comenzó hará largo tiempo. ¿Qué traes contigo, Teresa? ¿Y dónde está Azrael el sabio?-le preguntó Danke intrigado.
-Lo abatí con la espada del Rey Matacuervo. Esta espada.-sentenció Teresa con la cara inexpresiva, y se la mostró haciendo un aspaviento con el brazo.
-¿Así que tienes una espada capaz de doblegar las mentes débiles?
Pues creo que ya va siendo hora de abandonar la retórica, Teresa. Creo que nuestros lectores esperan una resolución más oscura. ¿No?-


¡¡¡QUE DE COMIENZO EL TESTAMENTO DEL CUERVO!!!


…todo comenzó a desintegrarse y a desaparecer alrededor de Teresa, pero sus ojos contemplaron el color de una historia que ocupaba varias existencias terrenales y que mostraré simplificada por lo extenso de dicho relato.
Una gran piedra estelar impactó en la Tierra que siempre conoció el hombre en un momento indeterminado de la historia y trajo consigo a Ingvar, la primera forma de vida que creó Kiel Aklator, el dios supremo de todas las cosas que existen... y mucho más tarde, cuando Danke era tan solo un niño, recibió un libro de las manos de un soldado muy cruel que le obligó a asesinar a su madre. Lo más destacable es que este acontecimiento tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial.
Poco después, Danke se puso a escribir y creó una historia inmortal a los doce años que se titularía el Nigromante del Anticosmos, y este ser nunca sería alguien definido y nunca cubriría su vacante por mucho tiempo.
Después, Danke se convertiría en un afanado carpintero y crearía una rata robótica a la que nombraría Woodworld.
Pero al final, Danke se convirtió en el victimario de su historia y Mike lo mató antes de que pudiera hacerse con el cohete de la reserva Dunfront para alcanzar la Tierra Prometida, encontrar las ruinas de Sanctórum y convertirse en el Rey del Tiempo.
Sin embargo, la existencia de la Ciudad de los Espejos le permitió continuar en el Universo terreno, y tras morir, Danke se instaló en el Faro de la Eternidad a la espera de los reflejos de Matacuervo; que más tarde le devolverían el rostro en su presencia.
Tras contarle la historia de su vida a Teresa, Danke cogió una antigua y olvidada pluma de faisán, sacó un cuaderno de debajo del sofá y luego se lo mostró a Teresa con una sonrisa.
Después, introdujo la pluma en el tintero, la sacó con cuidado, comenzó a escribir y esto fue todo que había que contar sobre Danke por ahora.




VOLVERÁS AL LIBRO



La última hoja de la partitura permanecía en el soporte de un órgano, mientras que una lluvia torrencial atronaba sobre los tejados de la catedral.
La reciente Nigromante del Anticosmos había horadado los mares con su barca durante eones, tal y como le explicó la voz de Danke hasta alcanzar la playa de un mar rojo, que se movía a través de las faldas de un santuario inmemorial.
Creía haberlo encontrado y estaba a punto de tocar la última nota de un órgano descomunal, un sí estridente, un último aullido del averno que diera comienzo al fin.
Acababa de descubrir que el Anticosmos era algo intangible, y que éste se alzaba ante ella de una forma que nunca imaginó.
A su alrededor, se apostaban formas etéreas que lanzaban cánticos en voces conocidas, y tal vez soñadas por algún amor anterior.
Todo había sido real y el Anticosmos en algo se parecía a la escritura.
Al final, todo cobraba sentido, ella y sus amigos habían formado parte de una composición literaria de Danke.
Teresa metió la mano en el bolsillo del camisón y sonrió al sostener el Anticosmos entre sus dedos, no pesaba, y en algo se parecía a la escritura. Sabía que tendría que decirlo en voz alta, y que eso traería consecuencias, aun así lo dijo, al tiempo que ejecutaba sobre la tecla del órgano un sí agudo, un último aullido infernal.
¿Es el Anticosmos el primer pensamiento humano?-preguntó Teresa con los ojos cerrados.
De pronto, en algún recóndito lugar una niebla espesa oscilaba con calma expandiendo sus ramas en la fachada de un destartalado caserón, situado en lo más inhóspito del bosque de la reserva Dunfront, en el cual, una adolescente llamada Teresa contemplaba con melancolía como se marchitaba el otoño a través de la ventana de su alcoba.
La fría estancia ya se hallaba lo suficientemente limpia como para complacer a su madre, la señora Hárbury.
La muchacha advertía que esa pulcritud se debiera quizás a un intento por ocultar su pesar interior, algo que notaba pero que con toda certidumbre no fue siempre así...

Fin
 

Cuando los Cuervos presenciaron el auténtico final de Teresa y el Nigromante del Anticosmos escrito por Danke, sus cuerpos se fusionaron en uno y regresó la conciencia real de Matacuervo.
De modo que Matacuervo volvió a ocupar su cuerpo humano, apareció desnudo, renacido y cubierto de cicatrices.
Después, Matacuervo sujetó la espada capaz de dominar las mentes que siempre le perteneció y se la clavó a Danke en el corazón con una furia desmedida.
Al tiempo que la sangre ascendía por su garganta, Danke abrió los párpados y se limitó a observarle con los mismos ojos de rabia con los que miró a Mike en su enfrentamiento final junto al cohete en la reserva Dunfront.
Ahora, los albores de la Segunda Guerra Mundial y el soldado y el libro eran tan solo un eco en sus oídos, cuando la muerte aún flotaba en el ambiente, los hombres continuaban con sus quehaceres esperando promesas que romper, recuerdos que olvidar y vivencias que remitían a su dolorosa infancia; y sus últimas palabras envueltas en un odio infinito fueron:



¡Al fin lo recuerdo! ¡Por Kiel Aklator que recuerdo tu rostro! ¡Tú eras el maldito soldado!

¡¡¡Matacuervo!!!



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